Cristina

1era parte
¿Quién es Cristina? Es una chica arequipeña que reside en el distrito de Lima. Cuando cumplió 18 años, decidió viajar a la capital, con la ilusa idea de que le iría mejor que en su tierra natal. Al llegar, se dio cuenta de la dura realidad, y la falta de empleo que abunda aquí. Al tener, solo, secundaria completa, no le quedó otra opción que pensar en la prostitución, pero esa idea salió de su mente a los segundos de haberla pensado.

¿Quién soy yo? Soy un jugador regular de póquer que se dedica a la literatura y no tiene trabajo alguno. Tengo 24 años y no pienso en el futuro de mi vida. Solo me dedico a escribir y publicar libros, con la ilusa esperanza de que se venderán y me haré famoso. Mi fama es moderada, ya que solo soy conocido en Lima, pero quiero llegar a serlo en Latinoamérica. Soy un poco promiscuo y ese es mi mayor defecto, ya que no logro conseguir una mujer estable, que ayude a encaminarme a través de los días.

Luego de que olvidó dicha idea tan desastrosa, comenzó a caminar por las calles de Miraflores en busca de tiendas que necesiten alguna ayudante. Se presentó en varios sitios con el cartel a la vista, pero, curiosamente, no la aceptaban. Lamentablemente, la fémina no sabía hablar inglés, y era un requisito indispensable en ese distrito.

Un día de aquellos, como de costumbre, fui al casino Luciferia a donar mi dinero. Este se ubicaba en la avenida Pardo, por donde hay un pequeño óvalo, y se puede ver el atardecer de manera hermosa. “Será un buen día”, pensé. Entré al local, busqué al hijo del dueño, el cual era un amigo de la infancia, y conversamos un rato acerca de cómo iba el negocio. Fue entonces que me presentó a la nueva dealer de las mesas de torneo. Al verla quedé impactado por su belleza y su delicado cuerpo. Se llamaba Cristina. “Es una chica hermosa, pero muy jodida” me dijo. “Lo de hermosa era tácito, pero ¿por qué es muy jodida?” pregunté. “Discute mucho con los clientes, y les hace bromas pesadas cuando pierden. Muchas veces me han pedido que la cambien, porque no la soportan.” Me reí un rato, ya que se veía que la chica era de una personalidad interesante, y no solo una cara bonita”. Luego de un rato, me le acerqué y le pregunté a qué hora empezaba su turno y en qué mesa. Vi su rostro de sorpresa, pero no me rechazó las preguntas y me contestó de modo amable.

Antes de llegar a Lima, la chica había recibido un número, de su padre, por si las cosas le iban mal. “Joaquín es un gran amigo. Si las cosas salen mal, llámalo. Él te ayudará”. Como pasaban los días y no encontraba ningún rumbo, hizo la llamada. Quedaron en conocerse al día siguiente y quedó impresionado por la hija de su antiguo amigo. “Esta chica es perfecta para mi hijo”, pensó. El sujeto era el dueño de un casino de Pardo, llamado Luciferia. Tenía 2 hijos. El mayor tenía 35 años y vivía en Buenos Aires con su familia. El menor, 25; y era un bohemio que servía de anfitrión en el lugar mencionado. La arequipeña fue recibida en la casa del empresario y comenzó a ser instruida en el negocio del casino.

Comencé a ir todos los días a jugar a su mesa, sea el juego que estuviera repartiendo: póquer, black jack o baccarat. Pasé 2 semanas así, hasta que busqué a Fernando, el amigo que me la presentó, y le pregunté si ella enamorado. Me respondió que sí. Que él lo era, y que iban a cumplir 2 meses al día siguiente. En ese momento, me sentí impotente, ya que no podía hacerle eso a un conocido de la infancia. Así que, solo esperé y esperé.

Cristina aprendió, rápidamente, las reglas de todos los juegos, y comenzó como mesera en el lugar. Estuvo así 2 meses, hasta que Fernando le confesó que la amaba. Ella no supo qué responder, ya que lo consideraba un amigo, así que le dijo que primero quería conocerlo en otra faceta, ya que todo el tiempo que habían vivido en la casa de Joaquín, no habían confraternizado demasiado como para volverse enamorados de la noche a la mañana. Él estaba siguiendo órdenes directas. “Tienes que casarte con ella, ya que no conseguirás a otra mujer que pueda aprobar. Y sabes que mi aprobación es necesaria, ya que sino se acaba el dinero fácil y el trabajo que te otorgo.”, fueron las palabras de su padre, las cuales lo dejaron pensativo, y por más que no sentía nada por ella, excepto atracción, decidió arriesgarse para ver qué pasaba.

No pasó mucho tiempo hasta que Fernando me buscó y me dijo que se había cansado de engañar a la arequipeña. Me contó que seguía acostándose con otras mujeres y que, por más que se llevaba bien con ella, no había llegado a enamorarse. En ese momento me dijo que si quería podía sacarla a pasear un día, para que la conozca mejor, ya que, antes de que sean pareja, ella le había comentado que yo le parecía simpático. Me sentí un poco confundido, ya que carecía de lógica toda la situación, pero no dudé en buscarla a la hora de salida, para invitarla a tomar un helado, ya que de noche hacía bastante calor en Lima en el mes de Febrero.

Cristina comenzó a salir con Fernando, y pensó que debía aceptar ser su pareja, mientras recibía trabajo y hogar de su padre, quien con mucha amabilidad la había recibido. A ella le gustaba el ambiente en el que él se movía, ya que conocía a bastantes celebridades limeñas, como el reconocido escritor Francisco. Este era un chico bohemio que se dedicaba a escribir cuentos y novelas, y donaba la plata, que ganaba, en las salas de póquer. Le pareció un chico interesante cuando lo conoció, ya que demostraba un gran nivel de cultura, y además, poseía una personalidad extraordinaria, que nunca había conocido. Se animó a comprar su ópera prima, titulada “La Divina Locura”, en la cual cuenta una historia fantasiosa sobre la relación de Adán, Eva y Lílit con las futuras generaciones. Se enamoró de ese libro y releyó 2 veces más. Además, comenzó a sentir un poco de atracción hacia el susodicho, ya que siempre iba a verla a su mesa y la saludaba amablemente. Ella sabía que Fernando la engañaba con otras mujeres, pero no le decía nada, ya que le daba igual. No sentía nada por él, y era un gran acuerdo entre todos.

2da parte
-Cristina, espera.
-Hola Francisco, dime.
-¿Tienes algo que hacer?
-No, nada. Estoy un poco cansada, pero puedo aceptar un helado.
-¿Quién dijo que te iba a invitar algo?
-Ahh, disculpa. ¿Te entendí mal? Es que pensé que querías salir.
-Jajaja, era broma. Vamos, te invito uno.
-Jajaja, está bien. Vamos.
Como estaba cansada, paré un taxi para llevarla al Óvalo Gutierrez, donde fuimos a la gelatería 4D a consumir lo que se suponía. Congeniamos bien, y me contó que había leído mi novela. Le había gustado mucho y me sentí orgulloso. “Escribes muy bien”, me dijo. Le agradecí con toda la modestia que pude y seguimos conversando. Más adelante, me contó que dejaría a Fernando por acuerdo mutuo, y porque sabía que él la engañaba. “Tú debes saber sobre sus mujeres”, agregó. Me hice el desentendido y cambiamos de tema. Le dije que tenía fama de promiscuo, tal y como él, pero que quería cambiar para bien. Además, le dije que me sentía muy atraído hacia ella y que quería salir más seguido. Ella se negó, ya que no confiaba mucho en empezar una relación, así de la nada. Me pareció una postura correcta, pero le dije que igual la seguiría buscando para salir. “En algún momento vas a ceder”, completé. “Quizá”, finalizó.
Fiel a mi mente y a mi palabra, seguí buscándola al final de cada turno, para acompañarla a su casa. “¿Por qué no tienes carro?”, me cuestionó. “No pude pasar el examen por mi daltonismo, me dijeron que era peligroso”, contesté apenado. Ella se lamentó, agarró mi brazo, y caminó pegada a él por varias cuadras. Sentí que había hecho una amiga, con la que, eventualmente, podría llegar a ser algo más.
Pasaron las semanas, y una noche que le dije que iba a estar esperándola, no fui. Me llamó preocupada para saber si me encontraba bien. No le contesté. Tenía miedo de que escuchara las voces femeninas alrededor, y me dejara de ver. Me dejó un mensaje de voz que decía “Estuve esperándote por media hora, espero que estés bien, hablamos luego”. Me encontraba entrevistando prostitutas en un night club, y había perdido la noción del tiempo. Necesitaba hacer eso para la novela que escribía, porque así no más, no se conoce a una meretriz que pueda aceptar contar todas sus historias. Saqué buen material y regresé a mi casa para ir directo a la ducha. El ambiente era un poco pesado, y la mezcla de los olores que se generan alrededor se había impregnado en mi ropa. Me sentía sucio por más que no había hecho nada erótico. A la mañana siguiente la llamé para disculparme y le conté lo ocurrido. Se sorprendió mucho, ya que nunca le habían contado algo así. “No dejas de sorprenderme”, me dijo con un tono que sonaba algo indignado, y algo emocionado. Le volví a pedir disculpas, y le prometí que esa noche nos veríamos. Me sentía algo ilusionado con esa chica, ya que desde la primera vez que fui a comer el helado con ella, no había salido con ninguna fémina, ni tratado de salir con otra. Mi mente me hacía ser fiel, y sentía que esta era la chica indicada. Ella era la mujer que tanto tiempo había esperado.
Esa noche nos besamos por primera vez. Muchas veces me había evitado el beso, pero ese día fuimos al cine a ver una película de aventura, de esas de las que uno se puede distraer y no pierdes el hilo de la historia. Mientras la abrazaba, me miró, y con su sonrisa se acercó, gesticuló un puchero y me besó. Me sentí el hombre más afortunado del mundo y de rato en rato, continuamos con lo que quedaba a medias, y así hasta que la película acabó. Al salir, caminamos por el malecón, así como quien mira el mar. Fue la primera vez que caminamos de la mano. Tenía la costumbre de poner su mano adelante, y cada vez que lo hacía se reía. Me parecía una actitud un poco rara, pero no me molestaba en lo absoluto, ya que solo quería complacerla. A eso de las dos de la madrugada, y cansada de caminar ida y vuelta por las calles de Miraflores, me dijo que quería ir a su casa. La acompañé hasta la casa de Fernando, y me despedí con un beso que duró 15 minutos.
-Quiero mudarme. No puedo seguir viviendo ahí. Han pasado 5 meses, aproximadamente, y debo buscarme un nuevo sitio para vivir. Tiene que ser algo propio. Donde tenga privacidad para todo y sea a mi estilo. Mi propio baño con un espejo enorme donde pueda ver mi figura y tomarme fotos.
-Suenas como una niña esperando que el príncipe azul te lleve a su castillo.
-Sí, lo soy. Tengo 18 añitos. Aun soy una niña.
-Si eres una niña, yo sería un pedófilo por ser 6 años mayor que tú.
-Sí lo eres.
-Te odio.
-Yo también.
-¿A dónde te gustaría viajar?
-¿Me vas a llevar de paseo?
-Depende. Es que como hace tiempo que no entro al casino a donar mi dinero, he ahorrado las regalías de mis libros y tengo algo disponible para usarlo en un viaje.
-¡Quiero ir al triángulo de las Bermudas!
-¡Vamos! Y luego, nunca más nos volvemos a ver.
-Pero, estaría en un lugar donde quiero estar.
-Pero, sin mí.
-No importa. Con el tiempo me olvidarás. Ya verás.
-Eres demasiado odiosa, pero sé que me quieres.
-Un poquito no más.

3era parte
Cometí la estupidez de viajar al Caribe, y rentar un bote. El capitán del mismo nos dijo que si queríamos cruzar el triángulo de las Bermudas, tendríamos que pagarle por adelantado, el triple de lo acordado, ya que necesitaba dejar un fondo seguro para su familia. Según él, había cruzado varias veces esa zona, pero siempre se corría el riesgo de perderse en el infinito. Me quedé un poco preocupado y le di el dinero. “Si volvemos con vida, las otras 2 partes le serán devueltas”. El sujeto era alto y barbón. Imponía un respeto que solo la gente que ha vivido mucho, puede imponer. Cristina estaba feliz porque sería el viaje más arriesgado que se podía hacer, y a ella le encantaba la adrenalina. Solo quería divertirse, y yo la entendía y le hacía caso en todo, porque no quería perderla. Para esa época, ya sentía un poco de amor de su parte, por más que no lo quería aceptar. Siempre decía “quizá”. Era su costumbre y no se le podía cambiar.
Mientras el bote avanzaba, se hizo de noche, y sentí ganas de tener relaciones. “Vamos al cuarto”, le susurré. “Pero el capitán está ahí”, me reprochó. “No se dará cuenta, además puede ser nuestra última noche con vida, y quiero pasarla muy cerca a ti”, traté. “Está bien, vamos” finalizó.
A la mañana siguiente, estaba lloviendo, y el capitán estaba algo preocupado. “Anoche hubieron truenos”, me dijo en tono amenazante. “No pude dormir, porque escuché a tu mujer gemir toda la noche”, agregó con una mueca de molestia. “Lo siento, capitán, es que podía ser nuestra última vez”, le dije apenado. “No te preocupes, también habría hecho lo mismo”, comentó. De pronto, comenzaron a caer rayos cerca al bote, y uno de ellos partió, en dos, al sujeto barbón. Grité desesperado y Cristina salió a ver lo ocurrido. Ni uno de los 2 sabía manejar el transporte, así que traté de improvisar. Luego, cayó otro rayo sobre el bote, y el siguiente sobre Cristina, pero no la partió en dos, sino que la desapareció del lugar. Finalmente, vi como un rayo, se acercaba en dirección a mí, y cerré los ojos. No sentí dolor, sentí como si fuera trasladado a otra dimensión. Vi muchos colores, y me movía a la velocidad de la luz. Me daba miedo y excitación al mismo tiempo. Imaginé que ella también lo sentía, pero no sabía dónde estaba, y eso me preocupaba.
Abrí los ojos y vi fuego alrededor mío. Creí que estaba en el infierno, pero no era cierto. Me encontraba rodeado de una tribu de centauros, que habían prendido fuego para cocinarme. Grité y detuvieron su extraño ritual. Se hablaron en un extraño dialecto, y luego, un ser humano se acercó y me preguntó “¿Tú vienes con la chica?”. Pensé en Cristina y si se encontraba bien. “Sí, ¿dónde está?”, pregunté algo desesperado. “Jaja, ella pasó por aquí hace 5 años, pero no le gustaban los centauros, así que se fue a buscar el mar para conocer a las sirenas. Me dijo que si veía a un tal Francisco le diera las instrucciones para encontrarle”, me respondió con un rostro irónico. “¿5 años? ¿Cuánto tiempo tengo aquí? ¿Cuánto tiempo llevas tú aquí? ¿Por qué querían cocinarme?”, había entrado en completa desesperación y no podía controlarla. Me dijo que tenía un día de llegado y que, quizá, la diferencia d 5 años se debe a que ella fue impactada segundos antes que yo, lo cual podría considerarse como 5 años en esta dimensión. Me contó que viajó en un barco por la zona del triángulo de las Bermudas, y fue el único sobreviviente, ya que el resto de personas murieron antes de que él fuera impactado. “Nadie quería cocinarte, ya que, solo, estaban calentándote para que no enfermes. Los centauros son buenas personas. Tu chica estuvo con nosotros un mes, aproximadamente. Todo este tiempo pensé que esto era la muerte, pero no lo es, ya que aparecieron 2 personas, como tú y ella, que sufrieron la misma desdicha que yo. Entonces las otras personas que vimos morir, realmente murieron. No fue una ilusión. Nosotros fuimos escogidos para ver esta maravillosa dimensión, la cual está llena de peligros y de personajes inimaginables, los mismos que nunca imaginarías que podían existir”, me comentó con tristeza. Necesitaba buscar a mi chica, así que le pedí las instrucciones para llegar al país de las sirenas.
-Debes tener cuidado. El camino es largo. Debes bordear un volcán y no ser seducido por las ninfas, sino puedes perderte en el tiempo.
-¿Cuánto tiempo me tomará llegar?
-Uno o dos meses, eso dependerá de tu rapidez.
-Te agradezco por estas semanas en las que me has cuidado. Muchas gracias Adolfo.
-De nada, Francisco.
-¿Puedo hacerte una pregunta?
-Por su puesto.
-¿Por qué te afeitaste el bigote?
-Cuando perdimos la guerra, tuve que escapar, rápidamente, así que, asesiné a uno de mis dobles, y lo hice parecer un suicidio. Me afeité y rasuré el cabello, y partí rumbo al Caribe, donde iba a vivir el resto de mi vida. Había hecho mucho dinero y podía vivir con él por muchos años. Pero, el capitán del barco era judío, y me reconoció, así que, desvió el transporte hacia la zona del triángulo, donde todos murieron, excepto yo. Fue una extraña coincidencia, pero por algo debe haber sido.
-Ahora entiendo todo. ¡Adiós, Hitler!
Empecé mi travesía muy emocionado, ya que sabía dónde podía estar Cristina, y además, había sido cuidado por el mismo Adolfo Hitler. Esto parecía un sueño o una locura. Lo que sí sabía, era que estaba resultando ser el viaje más emocionante de mi vida. “Tendré mucho material que escribir si regreso a la Tierra”, pensé.

4ta parte
Cinco años atrás, en la dimensión desconocida, Cristina dejó a Hitler y al grupo de centauros, con la esperanza de conocer el país de las sirenas. Luego de caminar por tres semanas, divisó el volcán de Hades, y sintió miedo, ya que habían dragones volando alrededor, y criaturas horribles que pasaban por su costado. La ignoraban y ella seguía su camino. Ella tenía la esperanza de que Francisco la encontrara, y la regresara a la Tierra, para no volver a hacer locuras como esta. Pero sabía que era casi imposible. Estando casi a un kilómetro del volcán, un dragón la detectó, y la tomó prisionera. Estuvo desmayada por 2 horas, y al despertar, vio a un ser con forma humana, que era muy alto y vestía prendas muy finas.
-Mujer, déjame presentarme. Soy Hades, hermano de Zeus y Poseidón. ¿Cómo te llamas?
-Cristina.
-Mmm, bonito nombre para una doncella tan preciosa como tú. Me gustaría que te quedes a vivir en mi palacio por toda la eternidad.
-No puedo, tengo novio, y pronto vendrá a buscarme.
-Tú crees que vendrá a buscarte, pero no sabes que está muerto.
-¡Es mentira!
-¿Cómo puedes saber lo que es verdad o mentira?
-Siento que está acercándose. Puedo presentirlo. Su mente solo piensa en mí, y está cerca.
-Te quedarás conmigo. Si te niegas, el tiempo pasará muy rápido y así envejecerás sin darte cuenta. Solo te queda aceptar.
-¡Me niego, no puedes obligarme!
-Ya te darás cuenta cómo envejeces. En esta zona, el tiempo avanza como yo quiero, y tú estás arriesgándote a ser una anciana en muy poco tiempo. No te puedes ir. Serás mi prisionera.
Casi cinco años después, Cristina seguía pensando en si Francisco estaba vivo o muerto, pero cada día que pasaba su fe se agotaba. Todo ese tiempo vivió en el calabozo y era torturada por unos sátiros que protegían la entrada. Pero la fe cobró frutos, y Francisco apareció. Como era de suponerse, había sido capturado por un dragón, para ser presentado ante Hades.
-Hombre, déjame presentarme. Soy Hades, hermano de Zeus y Poseidón. ¿Cómo te llamas?
-Francisco.
-Ohh. Tú eres el gran Francisco. Hay una mujer en el calabozo, que te está esperando. Ahora ambos pueden morir en paz.
-¡Cristina!
Ese grito hizo despertar a la fémina, y comenzó a saltar de alegría, ya que había esperado ese momento por cinco años, y estaba ansiosa por conocer el país de las sirenas, y vivir ahí por el resto de sus días. Pero no todo sería tan hermoso como parecía. Francisco fue golpeado por los sátiros y lo metieron a un calabozo que estaba al costado de la prisión de la chica.
-Te esperé por 5 años. Y parece que vamos a morir juntos.
-Apenas me enteré que podía buscarte, salí desesperado. ¿Cómo estás?
-Mal, me siento sucia y putrefacta. No me he bañado en todos estos años, y siento asco de mí misma.
-Lo siento, ya saldremos de esto. Te lo aseguro.
A los dos meses, Hades, aburrido de torturarlos, se les presentó y les dijo “Quedan liberados”. Salieron corriendo, y siguieron el camino hacia afuera del volcán. En el camino, uno de los sátiros lanzó 4 flechas en dirección a los enamorados. Las 4 cayeron sobre las piernas de la mujer. Gritó de dolor y no podía pararse. Comenzó a llorar sin detenerse, y él no sabía qué hacer y pidió ayuda con un grito inmenso. En ese momento se abrió un portal, lo cruzaron y aparecieron en el país de las sirenas, y tuvieron que cortarle las piernas a la arequipeña, para reemplazarlas por la cola de sirena. Francisco se sentía mal, pero cuando Cristina retomó la consciencia se sintió contenta porque siempre había soñado con ser una sirena. Se le veía más joven que antes y chapoteaba en el mar junto al resto de las mismas. El hombre sintió pena por la situación, ya que sabía que no regresarían a la Tierra, pero se sintió feliz por ella, que estaba viva nuevamente, y él estaría a su lado para cuidarla y amarla.

Parte Final
“Doctor Joaquín, ¡Doctor!, mire como la niña Cristina ha aprendido a nadar, ¡se le ve hermosa!”, dijo la enfermera. “Mmm, no es una niña, tiene 18 años, y sí se le ve hermosa. Siempre lo fue, ¿Se puede saber cómo aprendió?”, cuestionó el psiquiatra. “El escritor Francisco le enseñó”, contestó la enfermera. En ese momento la vi la en la piscina y me di cuenta de que era ezquizofrénico, y ella también. El doctor me dijo que apenas nos conocimos comenzamos a imaginar muchas cosas irreales, e inventábamos historias, que a veces, ponían en riesgo la vida de los demás. El centro psiquiátrico se llamaba Luciferia, Joaquín era el doctor principal. Fernando era un enfermero del lugar. Sentí tristeza al darme cuenta de todo. “De cuando en cuando, tienes recaídas donde perderás la noción de la realidad, pero siempre terminas dándote cuenta de todo, para volver a recaer”, me decían cuando reaccionaba. Busqué a Cristina y hablé con ella…
-Estamos locos.
-Sí, me acaban de decir que siempre recaemos, solo que nunca nos daremos cuenta, y creeremos que es un sueño.
-Así parece. Pero aun así, estando contigo acá, no me interesa estar loco ni recaer. Porque, siempre estoy contigo y siempre estás conmigo.
-Sí, eso también me agrada. Tengo miedo de nunca salir de acá y que envejezcamos imaginando.
-No tengas miedo. Yo te cuidaré. Llegará el momento, en que se acabe todo. Ya verás.
-Sí. ¿Vas a escribir sobre nuestra historia?
-Lo haré por ti. Tú lo vales.
-Lo sé.
Me dio un abrazo y la besé. Regresé a mi cuarto a tomar la pastilla rosada y me eché a dormir. “Tengo que salir de esta dimensión y regresar a la Tierra”, pensé.

Comentarios

  1. De lejos mucho más interesante que los insultos y burlas de siempre. Si pudiese haber escrito algo como esto me sentiría orgulloso, y apenado de que tenga menos popularidad que las sátiras en comparación vacías.

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