Nochebuena Roja

Navidad es una fecha peligrosa para muchos, sobre todo para los niños, ya que estos se sienten atraídos por un personaje bonachón llamado Papá Noel. Cualquiera diría que ese personaje es inofensivo, y bueno, en muchos casos lo es. Pero siempre hay excepciones.

Francesco es un obrero de clase baja, el cual detesta esta fiesta. ¿Por qué no gusta de esta celebración tan hermosa en cada familia? Porque es un pederasta, y se alejó de la suya, luego de violar a su hija de 10 años. Se cambió de nombre, ya que antes se llamaba Arturo. Muchas veces estuvo a punto de extirparse los testículos o castrarse, pero le faltaron las agallas para hacerlo. Se sentía impotente ante el apetito sexual que le entraba cada vez que veía a una niña menor de 13 años. No podía controlarlo, así que comenzó a trabajar en obras alejadas de la ciudad, donde podría acostarse con prostitutas pueblerinas, y así olvidaría cualquier niña inocente. No tenía amigos ni hablaba mucho, ya que siempre alguna conversación con los típicos obreros, provocaba beber cerveza, donde finalmente, por culpa de la ebriedad, revelaría sus más escondidos propósitos. Quería mantener ese trabajo. No le quedaba nada en la vida, excepto una última vez.

Francesco llevaba 3 años ahorrando lo que sería la última cruzada de su vida. Había planificado disfrazarse de Papá Noel para la nochebuena del 2010 y entrar por las ventanas de las casas, ya que en Lima no hay casas con chimeneas. Juntó todos sus ahorros y los metió a una bolsa. La escondió bien dentro de su maleta de cuero y partió de vuelta a Lima.
“Debo visitar a mi hija, ya debe tener 16 años, así que no sentiré atracción por ella” pensó. Pero luego se dio cuenta de lo ridículo que sonaba ir a visitar a una mujer que había violado en su niñez, y que, probablemente, siga con el trauma. Finalmente, decidió no hacerlo y fue de frente a un hotel a hospedarse, ya que debía descansar para el 24 de Diciembre, el cual ya estaba cerca, porque faltaban, tan solo, 4 días.

A la mañana siguiente, se dirigió a una tienda de disfraces para encargar un traje del mítico personaje que sea de su talla. Él sabía que necesitaba comodidad para poderse trepar y moverse con facilidad. Le dijeron que se lo tendrían listo para el 23 a las 5 de la tarde. Le pareció que era la mejor oferta que podría encontrar, así que aceptó y fue a caminar por el parque Kennedy. Ahí recordó cuando era joven, y no sentía esa lujuria pervertida corriendo por sus venas. En aquellas épocas era muy buen mozo y salía con chicas que muchos no podrían ni ser amigos. Lamentablemente, la buena vida no dura para siempre, y ante tanta belleza, la inyección fue directo a la vena. Tuvo su hija a los 25 años con una judía de ascendencia francesa, y le pusieron de nombre Amelia.

Él, en esa época Arturo, la quería mucho, hasta que un día, por cuestiones que solo sabría Dios, si es que existiera, la sacó a pasear por el malecón como de costumbre. La niña tenía 10 años y tenía una vida por delante, pero todo se destruiría cuando su hija se resbaló en el pasto, y al estar usando falda, se le levantó y mostró todo lo que pudo. Su padre tuvo una ligera erección que lo aterró al instante, y justamente por eso, la levantó en el acto, y la llevó a la casa. Cuando regresaron, la judía no estaba, ya que se había ido a la sinagoga a reunirse con su familia. Arturo no podía olvidarse aquella imagen de la mente, así que fue al cuarto de la niña y le dijo “vamos a jugar un jueguito que nunca olvidarás”. Cerró la puerta con llave, y buscó una cinta para taparle la boca. Luego la amarró de brazos y piernas abiertas en su cama, y comenzó a desvestirla. Lo lógico, en esa situación, vendría después. Agarró sus maletas y se fue a la provincia de Huarochiri, donde pasó los siguientes 6 años.

Siguió caminando por el parque donde recordaba todo y, de pronto, se reencontró con su esposa. Se quedó mudo y trató de ignorar que la había visto, pero ella no lo había reconocido. Además, estaba con otra pareja y no se percató del señor provinciano que la miraba. Lo peor vino después. Una adolescente le gritó “maldito desgraciado”. Francesco se asustó y volteó a mirarla. Era su hija, quien lo reconoció inmediatamente y lo persiguió, mientras su madre se quedó pasmada de lo que ocurría ante sus ojos. “¡Arturo!” gritó la judía. El pederasta corrió en dirección hacia la avenida Arequipa y se escapó de su antigua familia.

Llegó el momento de ir a recoger el traje. Se lo probó y le quedaba muy bien. Le agradeció a la señorita por habérselo conseguido de manera tan rápida y con la talla precisa. Se despidió deseándoles una feliz navidad. Regresó a su hotel y se vistió. Ya se sentía listo para todo, y en las siguientes 24 horas se haría justicia. Agarró la lista con los nombres de los más peligrosos pederastas de Lima, y la metió en su bolsillo. Cogió la colección de bisturís y la puso en otro. Se ajustó bien el cinturón, luego se puso las botas negras e hizo una oración. Luego llamó a su conocido del servicio de inteligencia.

-Quería agradecerte por esto.
-No tienes de qué. Solo espero que todo te salga bien, sino pueden haber problemas serios.
-Feliz navidad.
-Igualmente.

Partió hacia la primera casa, y se trepó por la ventana. Para su fortuna, el sujeto estaba violando a una niña negra de 5 años. Francesco sacó el primer bisturí de la noche dijo “JO JO, FELIZ NAVIDAD” y lo castró. La niña salió corriendo del lugar y se dirigió donde su madre, la cual estaba atada a una silla. El sujeto gritaba enloquecido y se desmayó del dolor. Moriría desangrado a los minutos.

“24 horas de castigo, 24 horas de justicia, era la única manera de lograrlo y ahora debo terminar con esto”. Cuando llegó a la última casa en la lista, vio al sujeto y se sintió intimidado, ya que no parecía un violador, y se le veía como un hombre de su casa. Ante el cansancio de haber castrado a diversos hombres por la ciudad, tuvo un tropezón, y rompío la luna de la ventana. “¿Quién anda ahí?” preguntó el hombre. Luego, el anterior se acercó al cuarto y al verlo tirado en el piso, le dijo “yo te conozco, hoy día mi mujer y mi hijastra te reconocieron, maldito psicópata”. Lo agarró a golpes y lo dejó moribundo. Ante el ruido causado, Amelia y la judía se acercaron a ver lo que ocurría, y le pidieron, al hombre, que se detuviera. “Llamaré a la policía” dijo Amelia. “No lo hagas hija, estaba enmendando mi pecado, y por alguna razón, me dieron la dirección de esta casa. Ese hombre es un violador”. La judía agarró el teléfono y llamó a un número.

-¿Por qué le diste la dirección de esta casa?
-Porque tu pareja debía morir, como el resto de pederastas que han muerto hoy. Tu esposo ha hecho un gran trabajo hoy, y por más que ustedes nunca lo perdonen por lo que le hizo a tu hija, será perdonado por la justicia, y recuperará su nombre.
-Mi pareja no es un pederasta, y lo sabes.
-No, pero maneja una red de prostitución infantil. Aquí tengo todas las pruebas. Deberías pasar por mi oficina a revisarlas.

La judía dejó caer el teléfono y comenzó a pensar que lo que su cuñado decía podía ser cierto, ya que su pareja tenía mucho dinero, y nunca sabía de su trabajo, excepto que era un gran apostador en los casinos, lo cual parecía mentira.

La policía llegó a la media hora, y se llevó prisionero a la pareja. A Francesco lo dejaron ir con su atuendo. Lo dejaron caminar por ahí. Ser libre y menos triste de lo que era. Él sabía que no podía quitarse la obsesión por las mujeres menores, pero ese traje de Papá Noel le dio un poder especial, que aun cuando veía a niñas en plena violación no sintió nada, y más bien, se sintió el protector de las mismas. Cada nochebuena se pondría el traje para ir a salvar niños en la navidad y librarlos de la lujuria maligna.

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